lunes, 14 de febrero de 2011

El Gran Concierto

La película El Gran Concierto me pareció bastante buena. Aunque por momentos sentí que la historia corría el riesgo de caerse creo que Radu Mihaileanu, el director, al final logra levantarla de una manera como pocas veces antes he visto en una película.
Cuando digo que la trama corría el riesgo de caer es precisamente en la parte cuando la orquesta entera llega a París y tienen un comportamiento bastante reprobable. Causan mucho desorden en el hotel, con el hombre que estaba encargado de recogerlos del aeropuerto, no van a cenar al restaurante donde tenían la reservación, no llegan a los ensayos y, al final, simplemente desaparecen.
Conforme va avanzando la película nos damos cuenta que, a diferencia de lo que se pudo llegar a pensar, los miembros de la orquesta no tenían ningún interés en tocar, lo único que querían era salirse de Rusia para establecerse en París y todo lo que hacen al aceptar la invitación y conseguir pasaportes falsos era simplemente parte de su plan para ir en búsqueda de una vida mejor.
Algunos incluso consiguieron trabajo, unos se dedican a buscarlo y otros de plano lo hacen en el comercio informal. Ninguno se da cuenta que en verdad tienen una gran oportunidad frente a ellos si logran hacer un buen papel en el concierto.
Esta situación de salirse de su país a buscar algo mejor creo que se puede relacionar fácilmente con el problema que se tiene en México de la gente que quiere cruzar ilegalmente a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. La diferencia es que no toda la gente la tiene así de fácil. Todos conocemos lo que es capaz de hacer la gente con tal de cruzar la frontera. En la película lo manejan de una forma muy light, incluso hasta cómica en algunos momentos, lo triste es que la realidad es otra.
En el intento  por cruzar cuánta gente no ha muerto de las maneras más deplorables, es deportada inhumanamente, sufre de abuso de autoridad y los que lo logran cruzar cuánto racismo no viven, persecuciones por parte de la migra, son denigrados, realizan trabajos durísimos y reciben a cambio muy poco dinero, por el hecho de ser “diferentes” y no tener un papel que diga que pueden vivir ahí.
Ojalá las cosas fueran diferentes, que ni en Rusia, ni en México, ni en ningún otro país la gente tuviera que salir en busca de lo que su tierra no le pudo ofrecer. Ojalá que todos tuvieran su oportunidad de estar en su orquesta y realizar un buen trabajo para que el éxito les llegue, como en la película…

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